Como hemos mencionado en entradas anteriores, mantener el nivel óptimo de humedad en los espacios cerrados en que nos desenvolvemos cada día, es fundamental para nuestra salud y la conservación de muebles y de la estructura del lugar. Los expertos recomiendan que la humedad de un espacio cerrado se encuentre entre un rango aceptable para la salud que no favorezca particularmente el desarrollo de microorganismos que puedan provocarnos enfermedades. Para medir el nivel de humedad se utiliza un higrómetro y en caso de que el porcentaje de humedad relativa se encuentre fuera del rango saludable, con ayuda de humidificadores o deshumidificadores se pueden crear las condiciones ideales para la vida de humanos y animales. Sin embargo, medir el nivel de humedad es importante en muchos otros ámbitos, como es el caso de la agricultura, particularmente refiriéndonos a la humedad del suelo, pues sin este dato la producción de plantas y hortalizas sería una tarea mucho más ardua.
En agricultura, la humedad del suelo es de gran importancia pues cada especie vegetal requiere de condiciones específicas para poder desarrollarse y sin ellas simplemente no podría subsistir. El nivel de humedad que idealmente debería tener cada suelo es distinto y varía dependiendo del tipo de plantas que se cultive en él, de su especie y de la estructura y composición del suelo. Claro está que según los sustratos de los que está compuesto el suelo en cierta región, su capacidad para retener agua es distinta, y por esta razón uno de los puntos más importantes antes de comenzar a cultivar es conocer esta información. A partir de este dato resulta más sencillo determinar qué tipo de plantas se pueden cultivar en una zona específica, dependiendo de sus necesidades y de la cantidad de humedad que puedan tolerar.
Para medir la humedad del suelo se emplean métodos de laboratorio, gravimetría y cámaras de presión que ayudan a obtener datos muy precisos. Sin embargo es también muy común que se estime un aproximado, esto con la finalidad de poder tomar acción inmediata sobre el nivel de humedad del suelo para garantizar el éxito de cultivo, y ya sea que se utilicen agentes deshumidificadores para disminuir la humedad en el suelo, o humidificadores para aumentarla.
La importancia de la humedad del suelo puede resultar bastante obvia, pues como sabemos las plantas requieren de agua para poder llevar a cabo los procesos celulares que las mantienen con vida, pero algo que es necesario resaltar es que no todas las plantas necesitan de la misma cantidad de agua para vivir. Es justamente por lo anterior que resulta indispensable conocer las características del suelo antes de decidir cultivar en él alguna especie en específico, pues si los sustratos no tienen los nutrientes necesarios o retienen mucha humedad cuando la planta no la necesita, lo más probable es que la planta se marchite en poco tiempo. Según la capacidad de la tierra para retener la humedad es que se determina la periodicidad del riego.
Como ya mencionamos, se emplean diferentes métodos que ofrecen datos altamente precisos para medir la humedad del suelo, pero muchas veces sólo se puede calcular un estimado a partir del aspecto del terreno. En este sentido, ya sea que se trate de cultivos extensivos o de un pequeño jardín, es importante que se tenga en cuenta que el tipo de suelo y por tanto, su nivel de humedad, puede variar entre diferentes áreas de un mismo terreno. Por esta razón se recomienda que se examinen las diferentes secciones del terreno para identificar las variaciones en su textura y aspecto y así se pueda determinar el tipo de cuidados que requerirá cada sección y qué especies se pueden plantar en ellas.
Ahora bien, en el suelo se puede encontrar agua libre, que es la que por efecto de la gravedad puede desplazarse hacia las capas más profundas del suelo de manera rápida y sin mayor complicación y se encuentra principalmente en suelos de poros grandes, como la arena; y agua que por el fenómeno de capilaridad es retenida en el suelo de poros pequeños y que las plantas pueden absorber fácilmente. Los suelos de poros pequeños o microporos son los más adecuados para el desarrollo de la mayoría de las plantas, pues son más ricos en nutrientes, retienen la humedad por más tiempo y las plantas tienen fácil acceso al agua gracias al fenómeno de capilaridad que se da en ellos.
Hay dos términos que se derivan de la humedad del suelo y que son los que nos ayudarán a determinar cuándo es necesario emplear humidificadores para asegurar el éxito de los cultivos: capacidad de campo y punto de marchitez. La capacidad de campo se refiere a la máxima cantidad de agua que el suelo es capaz de retener una vez que se haya eliminado el agua libre, y por otro lado el punto de marchitez es el indicador de cuando ya no hay suficiente agua en el suelo para que las plantas continúen viviendo. Conocer tanto la capacidad de campo como el punto de marchitez es necesario para hacer el riego en el momento preciso y en la dosis adecuada. En este punto cabe mencionar que las plantas no únicamente se marchitan por la falta de agua, sino también por el exceso de ella ya que los nutrientes son arrastrados a las capas profundas del suelo cuando hay demasiada agua, de manera que las raíces no pueden tener acceso a ellas, y al desplazarse para intentar alimentarse, se genera una escasez de oxígeno y la planta muere.
En próximas entradas hablaremos más sobre la humedad en el suelo y de las necesidades específicas de diferentes tipos de plantas y hortalizas. Recuerda que la falta de agua es muy perjudicial para cualquier planta y por ello es importante saber en qué momento son necesarios los agentes humidificadores, como el riego, para garantizar su desarrollo y supervivencia.